La vida en el campo de refugiados de Dadaab -en el que viven cerca de medio millón de personas- está basada en la supervivencia del día a día. No hay suficiente comida ni suficiente agua, no se dan las condiciones mínimas para vivir dignamente y las actividades ilegales, como el contrabando, implican incluso a los niños. En estas circunstancias es muy difícil controlar los matrimonios infantiles o la práctica de la Mutilación Genital Femenina. Faruk, Iman en una mezquita de Dadaab, nos explica que su trabajo consiste en hacer entender a su entorno que la MGF no puede justificarse mediante la religión, sino que se trata de una cuestión de tradición. «Es realmente difícil cambiar la cultura, más cuando esta se ha mezclado con la religión». A pesar de ello día a día predica en contra de esta práctica. «MGF es haram (prohibido), primero porque el Islam defiende que no se debe dañar a nadie, segundo porque un Musulmán no puede mancharse las manos de la sangre de otra persona.»