Una vez más, la historia volvió a repetirse. Cuatro hermanas menores de edad sufrieron la mutilación durante sus vacaciones en Malí en el año 2013, según la denuncia que la mayor de las hermanas, de 14 años, habría realizado al volver a su domicilio en Vitoria (Álava). Según ha trascendido ahora, los abuelos maternos habrían aprovechado el viaje de visita familiar de las pequeñas para practicar esta brutal costumbre, que en Malí tiene una incidencia del 98%. El caso está ya en manos de la Fiscalía de Menores del País Vasco, y no es el primero que se detecta en el País Vasco y otras regiones de España.

Asha Ismail, fundadora de Save a Girl Save a Generation y activista incansable contra la mutilación genital femenina, considera un fracaso «de todos» que sigamos leyendo este tipo de noticias en los periódicos.

¿Cómo valoras lo ocurrido?

Me parece una desgracia. Como activista y superviviente de la mutilación genital femenina, siento angustia, impotencia y una gran sensación de fracaso. Lo considero una desgracia porque ha pasado delante de nuestras narices y no hemos sido capaces de evitarlo. Demuestra que aún no estamos haciendo lo suficiente y eso, como digo, me deja una sensación de tremendo fracaso.

¿Cómo podemos evitar que este drama siga repitiéndose?

Con un trabajo previo de información, seguimiento de los habitantes procedentes de países en riesgo y con comunicación. Una comunicación que solo puede ser posible con un proceso de integración social en la que se involucren ambas partes, se respete la diversidad cultural y se compartan los valores comunes, evitando siempre dos extremos: el relativismo cultural que justifica esta práctica, y la imposición de normas sin un previo trabajo de comprensión mutua. La clave para evitar situaciones como ésta está en una intervención social adecuada que consiga que las propias mujeres y hombres que practican la mutilación genital femenina sean quienes decidan erradicarla.

¿Qué dirías a los padres que a pesar de la prohibición legal y los daños a la salud siguen planteándose mutilar a sus hijas aprovechando estos viajes?

Yo les diría que no pongan en riesgo la salud de sus hijas. La responsabilidad está plenamente es sus manos, pueden acabar con esto. La mutilación genital femenina no aporta nada más que dolor y daños psicológicos permanentes y es falso que sea una obligación de orden religiosa. Es un delito contra los derechos humanos. Hablo como mujer africana y víctima de la mutilación genital femenina: por favor, ¡protejan sus hijas!

¿Hay que criminalizar a los padres o eso es una doble pena para las niñas afectadas?

La ley no basta si no va precedida y luego acompañada de información, educación, mediación, integración mutua y buena acogida. Vivimos en una sociedad multicultural y compartir valores requiere un trabajo previo y constante por parte de las instituciones. Es mejor prevenir que castigar.